MERIDIANO 180º

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Hutchison. Algo se mueve en Hong Kong.

Bianlian (las caras cambiantes) es un espectáculo tradicional de la milenaria China que sobrevive con éxito en el siglo XXI. Consiste en una danza en la que el bailarín, mediante movimientos rápidos y sucesivos, va cambiándose de máscaras como “por arte de magia”. Es una danza que une estética y movimiento con un cúmulo de sugerencias sobre las actuaciones de los humanos porque, hasta el final de todo, no sabemos cuál es la cara real de la figura danzante.

En muchos artículos de prensa occidentales se tiende, en un ejercicio de empatía turístico-cultural, a comparar las formas de la política china con el teatro de sombras chino. Esto es un avance, no lo niego, porque en nuestras generaciones de posguerra el imaginario oriental se reducía a las películas del tramposo Fu Manchú y al teatro chino de Manolita Chen.

Ahora, en que ya nadie dice aquello de “el día que China despierte”, sigue siendo un desafío interesante escudriñar qué pasa, qué piensan o qué están pensando hacer los dirigentes del gran país debido a sus siempre contenidas declaraciones que contrastan con sus estudiadas y consistentes acciones. Esta discretísima forma de hacer y manifestarse es todavía más notable al coincidir con el inicio de la era Trump, que está resultando una enorme mascletá de alcance global, pero mucho más estresante que divertida.

Pero volviendo al hombre sin rostro de Beijing: la semana pasada, la venta de terminales portuarias de Hutchison a un fondo americano (acompañado técnicamente por una naviera europea) no hubiera tenido la repercusión que está teniendo si en el lote vendido no se hubiera incluido a última hora las dos terminales que la hongkonesa Hutchison opera en el canal de Panamá.

Recordemos que CK Hutchison no es una empresa china, es una multinacional originaria de Hong Kong y el gobierno chino no participa en este holding, por lo que sus decisiones empresariales son libres y, sobre el papel, no están sujetas a la política de Beijing. No están sujetas, pero hasta ahora el grupo ha apoyado el ambicioso programa de la nueva ruta de la seda impulsado personalmente por Xi Jinping.

Al siguiente día de conocerse la venta del paquete de terminales, en una rueda de prensa se preguntó sobre este tema al ministro de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, que respondió: “Permítanme decir en términos más generales que China apoya a las empresas chinas, incluidas las de la RAE de Hong Kong, para que inviertan y hagan negocios en el extranjero. Espero que puedan tener acceso a un entorno empresarial justo y equitativo dondequiera que vayan. Nos oponemos a todo abuso de coerción y presión en el comercio internacional y las relaciones económicas.” 

Lo que se tradujo como que, aparentemente, todo estaba bien con Beijing y las acciones del grupo subieron un 22% en la bolsa de Hong Kong, que es la casa de ese holding, pero el jueves 13 de marzo, en el muy influyente periódico Ta Kung Pao, vinculado al gobierno chino, apareció una dura crítica a Li Ka-shing, fundador del grupo Hutchison, por ceder a las presiones de Trump y buscar solo el beneficio económico, calificándole de traidor y egoísta. En muy pocas horas, la crítica de Ta Kung Pao, redactada exclusivamente en mandarín, apareció replicada en inglés en las publicaciones de Hong Kong y aún dio tiempo a que la cotización de Hutchison cayera un vertiginoso 6% antes del cierre.

El caso es que el acuerdo de venta no está todavía sellado y bendecido; está en fase de aprobación, que se puede prolongar seis semanas más. Desde el primer momento, diferentes autoridades de la competencia están valorando su idoneidad y puede ocurrir que la filial portuaria de MSC tenga que reducir su participación en diferentes terminales (por ejemplo, en España), pero ahora, bajo el agua, las corrientes que se mueven entre la isla de Hong Kong y la península de Kowloong empiezan a agitarse.

                                                                                                                             ACCMM